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La caridad, vigente en plena transformación digital

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Hace unos días fui invitado a impartir una conferencia, y puesto que el motivo central era la celebración del centenario de una residencia de mayores denominada La Caridad, no pude sino revisar precisamente qué han sido estos cien años en la atención a los mayores hasta llegar al mundo digital que nos rodea.

Una vez más pude comprobar lo que dice William Glasser sobre su pirámide de aprendizaje, que ha sido la razón principal por la que siempre me ha gustado enseñar y es algo tan egoísta, aunque parezca paradójico, ya que el 95% de lo que aprendemos es a través de la enseñanza a los demás. Cuando preparamos una clase, una conferencia, etc. hemos de ser capaces de explicar, resumir, clasificar, estructurar, definir, generalizar, elaborar, probar, ilustrar, y en definitiva convencer y mantener la atención comunicando, mejor dicho, conversando.

Estando en ello, di con un Picasso que pintó en 1895 titulado “Ciencia y Caridad”, considerada la última gran obra academicista del joven pintor (tenía quince años), esencial en su etapa de formación, cuyo tema se enmarca en el realismo social, pintura hospitalaria más concretamente, tan presente en la segunda mitad del siglo XIX.

Ciencia y Caridad de Picasso

La obra representa a un médico y a una monja (de La Caridad) con un niño en sus brazos, personajes que rodean a una mujer enferma que se encuentra acostada en una sencilla cama. El médico, sentado mientras toma el pulso a la mujer – una enferma de aspecto lánguido y desnutrido, a punto de fallecer – observando su reloj de bolsillo (por toda tecnología), tomando un signo vital, el pulso y encarnando la ciencia, basada en su lex artis.

La caridad está representada por la monja – cuya presencia en los hospitales de la época solía ser habitual – que, ofrece a la moribunda un tazón de caldo reconfortante. La habitación es mísera, a juzgar por el aspecto de las paredes, la ventana permanece cerrada y la decoración es sobria, prácticamente desnuda.

Las formas, en el mismo, adquieren su significado dentro del espacio, estructurándose en una composición, perspectiva, luz… de manera que toda la atención se concentra en la figura de la enferma, como diríamos ahora, más de cien años después, todo gira alrededor de la paciente, ¿les suena?

La esperanza de vida que en la España de hace cien años era de 40 años, ahora supera los 80. Es así que la cronicidad de las enfermedades se ha convertido en algo habitual a lo que hemos de dar respuesta en nuestro sistema de atención sanitario y social.

Ya hace más de 10 años que se aprobó la primera Ley de Dependencia. Pero la realidad es que, a día de hoy, a pesar de tener un único Sistema Nacional de Salud, existen 17 servicios regionales de salud no interconectados entre sí en tiempos de plena transformación digital global. Unos 4 millones de españoles reciben cada año atención médica en una comunidad autónoma distinta de la suya habitual y no viajan con sus datos médicos que se han de repetir.

Existe un Proyecto de Historia Clínica Digital en marcha, pero al día de hoy su implantación todavía no está culminada como tampoco lo está la receta electrónica, ni la imagen médica digital…

En un país líder europeo en penetración de smartphones (88%), en el que el 26% de los españoles utiliza apps de Salud y de Bienestar, en ocasiones incluso siendo prescritas como apoyo y enlace entre el profesional sanitario y el paciente, una vez más la realidad va por delante, y en este momento está pendiente el desarrollo de una estrategia de regulación de la calidad y seguridad de apps en el SNS.

Inmersos en plena transformación digital, la caridad, virtud por la que amamos a los demás como a nosotros mismos, tiene que seguir estando vigente en tanto en cuanto ha de paliar grandes bolsas de ineficiencia que esperemos ir disminuyendo entre todos con la implantación de los avances que están a nuestro alcance, especialmente en lo que respecta a la interconectividad.

La caridad no la prestan ya monjitas como las de la pintura, pero si profesionales sanitarios y sociales, específicamente en este caso, auxiliares que palían con su buen hacer y cariño lo que la tecnología, presente en otros ámbitos, todavía no cubre tardando demasiado en llegar al sector sociosanitario.

A nuestro alcance tenemos, tan solo a modo de ejemplo, herramientas del entorno digital como la teleasistencia, que permitiría una atención personalizada de nuestros mayores y crónicos, evitando el colapso de centros asistenciales y proporcionando comodidad al paciente y a su familia, evitando desplazamientos innecesarios con la consiguiente reducción de costes para el sistema sanitario y social.

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